I´m too sexy

Caras vemos, corazones no sabemos ¿o cómo es el dicho? O sea, me ven y no soy lo que creen, bueno, me entienden. Cuando conocí a Efra, después de hacerme la difícil, la interesante y todas esas artimañas que usamos las mujeres para que el galán en cuestión nos voltee a ver, por fin dio inicio nuestro idilio, cual Romeo y Julieta empezamos a romancear, vernos, darnos amor y un millón de cosas más.. bla, bla, bla (corazoncitos y mariposas, etcétera).

A las mujeres nos gusta que nos conquisten y que antes de tener nuestro primer encuentro de pasión haya mucho romanticismo. Cenita, musiquita, palabras bonitas al oído…bueno, a esta mujer le gusta así. Y los hombres pues son más carnales. No entraré en detalles porque realmente no sé lo que cruza por sus mentes cuando ya la cosa se pone más pasional. Tampoco sé qué esperaba mi querido marido de mí esos primeros encuentros cercanos del tercer tipo.

Total, llegó el día inesperado-esperado. Yo pensé: “Seré súper sexy y sensual”, ya me había tomado dos o tres copas de vino, ya habíamos platicado por horas, todo estaba perfecto para el momento. Y ¡zaz! No, nada de sexy, sólo me daba risa, él se ponía serio y yo sólo me reía. ¿Risa de nervios? No sé. Ya les dije, no daré detalles, pero a pesar de que fue justo lo que esperábamos y que descubrimos una conexión única entre nosotros, me di cuenta de que no soy nada sexy.

¡Oh, dios! ¿Por qué? Yo quería/quiero ser sexy, seductora, sensual. Maldita mercadotecnia, me tienen vendida la idea de que así mi hombre será más feliz. Aclaro que él es muy feliz y no hay quejas ¿eh? pero después de ocho años, me sigo riendo, me pongo chistosa, hago bromas, y no, no me sale lo sexy. Así que nervios, no son ¿o si?

Aunque siga queriendo ser muy sexy y no lo logre, no importa. Ese momento es tan personal y extraordinario, que cada quien lo disfruta de distinta manera. Les juro que la publicidad y las películas mienten, aunque no tengo el cuerpo de Mónica Belluci, soy sexy a mi manera, chistosa y divertida. Sólo es cuestión de dejarse llevar y ser como cada quien es (parece trabalenguas). Y con mis risas y mis tonterías, no hay momento más especial que el que yo comparto con él. Ustedes le pueden llamar cursilería, yo le llamo “Amorts”.