Cuando los hijos se van

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Amanecimos corriendo. Tarde, para variar; soy de esas personas que prefiere no desayunar pero dormir esos cinco minutos extras, por eso siempre llego rayando a mis citas, pero puntual. Total, corríamos y estábamos estresados, logramos salir a las 8:45 am y llegar a tiempo, después de 20 mil peripecias y vueltas.

Ahora estoy sentada tomándome un café. Espero, espero, estoy esperando a mi hijo, él está haciendo su examen de admisión para entrar a la preparatoria. Me muerdo las uñas, siento mariposas en el estómago, mariposas nerviosas. Él es el que hace el examen pero siento como si fuera yo. Y me pregunto: “¿En qué momento creció? ¿Cómo paso tan rápido el tiempo? ¡Ya es un chico grande!”

Su formación ya va a la mitad del camino. ¿Por qué estoy nerviosa? Porque quiero que logre lo que se proponga, quiero que consiga estudiar en donde él quiera y lo que él quiera. Porque ahora son sus decisiones, ya no son las mías, yo solo soy su apoyo. Porque quiero que esas decisiones sean las correctas para su futuro. Porque llegó el momento de soltar.

Suena muy dramático, a novela ochentera eso de dejar a los hijos ser libres, muy a la película “Cuando los hijos se van”. Pero la verdad es que poco a poco van dando esos pasos para dejarnos, para independizarse. Mi hijo está en la adolescencia y empieza a formar ese caminito. Lo que yo quiero es que cuando lo emprenda tenga las herramientas para salir adelante (aunque él sabe que yo siempre estaré aquí para darle uno que otro consejito y apoyarlo).

Ya salió del examen, lo veo venir. Esperen. Dejen pregunto cómo le fue… (disculpen la interrupción). Llegó serio pero feliz, seguro de sí mismo: “Estaba fácil, no te preocupes”. Esa respuesta me tranquiliza. Eso es lo que quiero, sentirlo satisfecho de sus logros. No me importa si pasa o no. Me siento feliz. Orgullosa.

Sí, orgullosa del hombre que se está formando, del ser humano noble, amoroso y seguro que veo ante mí. No viviré eternamente, pero si este maravilloso ser humano que es mi hijo es feliz, con eso es suficiente para saber que aporté algo a este mundo. Que hice bien las cosas.

Y ya me voy a comer porque salí corriendo, sin desayunar.

10 respuestas a “Cuando los hijos se van

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    1. Ánimo amigo, es dulce y doloroso a la vez y el orgullo que sientes por ellos es más grande que y cualquier cosa. Mil gracias por comentar. Un abrazo y de nuevo felicidades a la nueva familia 🙂

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    1. Gracias por comentar amiga, si cada logro cuesta pero es una satisfacción inmensa, cuando uno logra algo es súper satisfactorio pero cuando ellos son felices al lograr algo es algo más grande! Un abrazote!!!

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  1. Ay, amiga, te leo y no puedo más que pensar en mi hija que de pronto es ya una pre adolescente. Lo bueno es que ya sé a quién hablarle para vociferar cuando salga sola la primera vez, jiji

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  2. Que bueno que pienses así Grace, porque aunque tu no lo creas, en pleno sigli XXI hay madres y padres de familia que no sueltan a sus hijos, que no los dejan estudiar lo que quieren… me gustó eso de «saber que aporté algo a este mundo»… así debería pensar la gente, educar a sus hijos para que tengamos un mundo mejor, mínimo un México mejor que mucha falta nos hace!!
    Enhorabuena!

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    1. Gracias Cindy, ojalá y este haciendo bien las cosas, pongo changuitos.. Que cosa más maravillosa son los hijos.. te mando un abrazote..Saludame a los Davis Zenteno, plis.

      Grace

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  3. Uuuuffff no se ni que decirte, me cayo como anillo al dedo, justo hoy, pase la mañana tomando un café con el mismo sentimiento mientras mi hijo hacía el examen para la Universidad… gracias por ayudare a ordenar mis pensamientos y justo eso, sentir orgullo de él y saber que los dos cada uno desde donde nos toca hemos hecho lo mejor para ser mejores personas. Un abrazo y suerte con los resultados!!

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    1. Muchas gracias Ana, lo importante es hacer como tu dices lo mejor cada quien desde su trinchera.. Difícil pero lograble 🙂 (y si paso el examen, estamos muy contentos) muchas gracias por pasar a leer y compartir tus sentimientos con nosotros 😉

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