Temor

gracebuena-2

Estaba ahí, parada sola.

Afuera.

6 am, a esa hora salía siempre de trabajar. Mi turno era de 9 de la noche a 6 de la mañana en un hospital de animales, trabajaba en ese horario porque estudiaba de ocho de la mañana a ocho de la noche. Apenas me alcanzaba el día.

Ese día no era la excepción. Tenía prisa por llegar a la escuela pero no pasaba ningún taxi, y ya se me estaba haciendo tarde. Vi que venía un microbús, pensé que sería la solución a mi problema, le hice la parada y me subí, iba justo a la estación de metro a la que debía llegar.

En cuanto entré al micro lo supe. Algo no estaba bien.

Vacío, obscuro, polarizado. El chofer, extraño. Sospechoso.

Nomás me subí, arrancó y cerró la puerta.

Me senté en el segundo asiento del lado derecho. La ruta era fácil, recto y llegábamos a mi destino. No había pierde. El chofer desde su lugar ajustó el retrovisor para verme mejor, manejaba y me observaba. Me incomodaba. Me miraba y me miraba, y no de una forma casual.

De pronto noté que se desabrochaba el pantalón, y empezaba a masturbarse, “No manches” pensé, inmediatamente saqué mi celular y busqué el teléfono de mi novio para llamarle en caso de que esto subiera de tono. Estaba asustada. No sabía qué más hacer.

Dos personas le hicieron la parada y no se detuvo. La ruta recta cambió, empezó a girar por las calles de Coyoacán, hasta que encontró una callecita angosta, cubierta por muchos árboles, obscura y solitaria. Detuvo el microbús, lo apagó y se levantó con un cuchillo en la mano. Ya a medio vestir con los pantalones abajo, semidesnudo se paró frente a mi. Ahí ni gritar me hubiera ayudado, sabía que nadie me escucharía.

“Acuéstate ahí” ordenó.

“No, no, no, por favor déjame ir. Te doy mi cartera, lo que traigo, déjame ir”.
“Acuéstate ahí” repitió, “Pobre de ti que vayas a gritar, si haces más escándalo te va a ir peor”.

Yo sólo le rogaba que por favor me dejara ir.

Se me acercó, me tomó de la cintura con una mano y con la otra sostenía el cuchillo apretándolo a mi vientre. Yo temblaba de pavor pero sólo pensaba: “No voy a dejar que me viole, prefiero que me mate, a que me viole”.

Me armé de valor, tomé el cuchillo por la parte del filo y le dí una patada en la entrepierna. Él se dobló del dolor lo que me dio la oportunidad de arrebatarle el cuchillo.

“Dame el cuchillo, te voy a matar” gritaba él.

Yo sólo atinaba a aventar patadas, gritar y manotear con el cuchillo en la mano para que no se acercara a mí, pero el caminaba hacia a mí, obligándome a retroceder, hasta que me acorraló en la parte trasera del micro. Yo seguía manoteando y aventando cuchillazos sin ton ni son. Le di uno en la frente y otro en el hombro.

“Ábreme la puerta” pedía desesperada. Pero él no hacía nada, se me abalanzaba y yo seguía defendiéndome como podía, a patadas y cuchillazos.

Lo pateaba a él y pateaba la puerta, hasta que la puerta por fin cedió y se abrió.

Bajé, y corrí. Él me persiguió, pero yo me escondí en una casa y esperé ahí hasta que vi que se alejaba, que ya no me veía y salí corriendo a pedir ayuda.

La patrulla más cercana lo buscó, pero no lo encontraron. Logró huir.

Mis amigas me pidieron acudir a la policía, pero yo tenía mucho miedo. Nunca me animé a denunciarlo. Dos meses me aislé, no salí de mi casa. No quería saber de nada ni de nadie. Me daba pavor salir afuera.

Tiempo después una amiga me llamó: “Estoy viendo las noticias y creo que agarraron al tipo que intentó violarte, encajan todos los detalles”. Me envió una fotografía e inmediatamente lo reconocí. Era él.

Ya había violado a siete y matado a seis mujeres. Tuve suerte. El coqueto, así se hacía llamar, por fin había sido capturado. Ahora está en la cárcel condenado a 301 años de prisión. ¿Y eso de qué sirve? Ya mató a seis mujeres. ¿Y cuántas más que no supimos o no lo denunciaron por temor?

Esta historia le sucedió a una amiga, y no se lo deseo a ninguna mujer. Nadie debe pasar por esto. ¿Pero qué garantías de seguridad tenemos como mujeres?

En México, siete de cada diez mujeres son víctimas de algún tipo de violencia, según el Instituto Nacional de la Mujer (Inmujer). Y me parece una cifra altísima. Las autoridades conocen estos datos. ¿Qué medidas se toman? Parece que ninguna. Parecemos invisibles. Me quedo muda ante el miedo y la falta de protección para las mujeres. Solo queda el temor.
No, no podemos vivir así, con temor a salir afuera.

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18 comentarios sobre “Temor

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    1. Exacto, que bueno que no llego a más, lo peor que hay miles de casos como estos y parece que no pasan del morbo, no se hace nada y no se sabe mucho. Gracias por leer amigo 🙂

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  1. Qué curioso esta narración es casi idéntica un caso publicado en el libro «Las muertas del Estado: feminicidios durante el gobierno mexiquense de Enrique Peña Nieto» sobre el caso de el «Coqueto», entiendo que la víctima es tu amiga?

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    1. Si, es de Hermosillo, Sonora y vive aquí en el DF, me parece muy fuerte lo que le paso, triste, lamentable, ojalá no hubiera casos como estos.
      Voy a buscar el libro para leerlo, gracias por recomendarmelo :). Y muchas gracias por leer y compartir.

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  2. Me hiciste llorar y recordar. A mi me pasó aquí en el DF subiendome a un taxi dde Yellow Cab del aeropuerto de los que pagas dentro de la terminal 2.
    Me formé como todos en la fila donde van asignando los taxis, cuando me tocó mi turno el operador me pidio que dejara pasar a la persona de atrás y me asignaría al.siguiente taxi que iba a la zona donde yo tenía mi destino, que era Santa Fe.
    Total que me subi al taxi y entretenida en el cel, no me percate de que el taxista venia en mal estado, completamente drogado. Se paró en una gasolinería y oregunto por un tipo… Lo llamó por su apodo. Graciad a Dios no estaba. Solo volteó y me dijo: ni modo guera te vas a tener que ir ahí atrás solita. Obvio entré en pavor y le hablé a mi novio

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  3. Despues de una hora y media te insultos, toquetos que logre esquivar y amenazas, lo convenci de que se parara en un california a «cenar» . Lo engañe en un pjnto donde vi que la intoxicacion que traia lo estaba bajoneando. Gracuas a Dios le aparecuo un policia de frente y empece a gritar y asi lo obligue a abrir los segurod electricos y que me bajara del taxi…
    Tuve suerte pero vivi aterrada por meses. Aun se me enchina la piel cuando veo esoa taxis amarillos «seguros» del aeropuerto. Definitivamente te roban un.pedazo de ti que estoy segura que jamas recuperas. Tuve suerte y cuando quise denunciar las autoridades decian que no era delito por que no me habia asaltado ni violado… No pudimos hacer nada y seguramente anda por las calles causando dolor a otras mujeres indefensas que sin deberla ni temerla oasan por estos lamentables procesos de violencia.
    Deseo que nunca nadie mas pase por algo asi.
    Gracias por compartir.

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    1. Amiga, me hiciste llorar.. Que importancia, maldita impunidad en este país, lo lamento mucho. Te mando un abrazote y muchísimas gracias por compartir tu historia y leer y comentar 🙂

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  4. Lamentable el hecho. Leo y me da coraje e impotencia porque TODAS estamos expuestas a este tipo de cosas y aunque no la haya penetrado ese tipo sí la violó, VIOLÓ su LIBERTAD, esa de andar por la vida sin temor alguno. Saludos, Grace.

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    1. Exacto violó su libertad y vivir algo así no debe ser nada fácil, luego la gente piensa que porqe no hubo penetración no pasa nada.. Es muy lamentable la inseguridad en este país, ojalá algún día cambien las cosas. Gracias por leer y comentar 🙂

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  5. Qué pinche impotencia… Todas estamos expuestas y nadie hace nada.
    Recuerdo una vez, en la universidad, cuando el tema de los feminicidios en Juárez estaba ‘de moda’, AI fue a la escuela a presentar su informe sobre el tema.
    Muchas de mis compañeras se hicieron de la vista gorda y no entraron: «es que eso pasa en Juárez, aquí estamos protegidas; ellas se lo buscaron seguro, por andar de putas» y cosas por el estilo… Cuando Amnistía Internacional daba el perfil de las víctimas, decía: mujeres de entre 14 y 21 años, mexicanas, delgadas, de tez clara o trigueña, con cabello largo… es decir, cualquiera de nosotras…
    Escuchar esas cosas y verlas a ellas tan ajenas fue bien duro: ¿no se daban cuenta que esas niñas podíamos ser nosotras?
    Y si, luego entendí: ese es el problema más grave, que ni nosotras entendemos la gravedad del asunto, somos invisibles para nuestro propio género… y vamos por la vida criando hijos machos y etiquetando a otras por su forma de vestir, de hablar, de ser, sin darnos cuenta de que estamos perpetuando esta cadena de violencia.
    Qué pinche impunidad, qué coraje… afortunadamente tu amiga está bien, pero ¿cuántas no?

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  6. Cuñada:
    Me sacaste lagrimitas!!!! Pensaba que habias sido tu y no podia creerlo! De cualquier modo, lo siento por tu amiga que lo vivio, es horrible que pasen esas cosas, no poder confiar ni en nuestra sombra cuando caminamos en la calle y que decir cuando andamos con nuestros hijos, que pavor!!!!
    Besos cuñis, te quiero!
    Nena

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    1. Ay no pobre, que susto, pero la inseguridad esta en todos lados, hay que cuidarnos el doble, te mando un abrazo culis, gracias por pasar a leer y comentar 🙂

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    1. Muchas gracias, y te entiendo, no estas sola, esa importancia y frustración por la impunidad nos embarga a todos 😦 Un fuerte abrazo. Gracias por leer y comentar..

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