Nunca nos amaremos

La comida y yo tenemos una relación amor-odio clarísima. Sí, así es.. Ella me ama y yo a ella no tanto. Soy como el novio abusivo que se sabe querido y se da a desear.

Sí, si les voy a pasar una receta, pero primero déjenme contarles mi relación amor-odio-comida. Resulta que cada que prendo la estufa, agarro unos huevos, tantito jamón, uno que otro condimento y revuelvo ¡zas! como por arte de magia me salen unos huevos gourmet, así como lo oyen. Me quedan deliciosos, para chuparse los dedos, y perder total compostura; ay si, me creo mucho (y eso que el condimento sólo era sal).

Tons, les decía esa es la parte amor, la parte odio, es que a mí no me gusta cocinar, no me gusta empezando por ir al súper, escoger los ingredientes, lavar, picar, usar la estufa, poner la mesa, lavar los platos, servir la comida, nada de nada, lo siento. ¿Y qué le hago si tengo tan buena mano? Pues simplemente no lo hago, y mi amante mal querido, la comida, no recibe mi amor. Sólo descansa, triste y abatida en el refrigerador.

Hace algunos añitos cuando estaba de novia con mi ahora esposo, tuve una etapa difícil, me sentía deprimida por otros asuntos que después les contaré, así que empecé a cocinar. Efra venía al depa a verme a la hora de la comida y se iba feliz. Feliz porque disfrutaba de lo que yo cocinaba. A veces era una simple ensalada, pero igual se iba feliz. Ahora que estamos casados, me pregunta por qué no cocino como cuando lo andaba conquistando (ay, sí, aja, él me estaba conquistando a mí); yo le respondo que simplemente no me gusta, que tuvo suerte porque estaba deprimida, nomás pone cara de: «¡Qué gacha!» y me dice: «Deberías deprimirte más seguido». Así cómo leen prefiere mi comida a mi salud mental.

No me da vergüenza aceptar mi indiferencia, hay gente que no tolera ciertas cosas, yo nomás no cocino. Por el momento, yo y la comida seguiremos resolviendo nuestros asuntos para un día tener una relación amorosamente sana.

Bueno, lo prometido es deuda, les dejo una receta. Esta me la dictó mi querida madre por teléfono, siempre que tengo una duda le llamo y me dicta las recetas. De ella me viene la buena mano para cocinar.

Flan-practifácil-napolitano

1 taza y media de azúcar

6 huevos

1/2 tapa de vainilla

1 caja de queso Philadelphia

1 lata de Leche La Lechera

1 lata de leche Carnation

Paso 1. Pongan a fuego lento en una olla (de las que son para hacer sopa de letras, no saquen la olla Presto para hacer frijoles, ¿OK?) el azúcar; inmediatamente muevan suavemente hasta que se hace caramelo cristalino. Se van a cansar pero ustedes muévanle con ganitas a la cuchara o el tenedor, también se les va a calentar el cubierto pero no desistan hasta que esté la consistencia cristalina. En cuanto esté lista, la vacían en un molde de vidrio tamaño flan –ya saben de cuáles, de esos para pastel–, y lo dejan enfriar.

Paso 2. Sacan la licuadora, la desempolvan, y le echan 6 huevos, 1/2 tapa de vainilla, 1 lata de La lechera, 1 lata de leche Carnation y una cajita de queso Philadelphia. Lo licúan y lo vacían en el molde de vidrio. ¿Si se está entendiendo? Si no, no lo intenten sin supervisión. No me hago responsable.

Paso 3. Lo ponen a baño María a fuego lento, hora y media. Antes de sacarlo revisan con un pica dientes si esta bien cocido.

Ah, ojo, al destapar la olla para revisar si está bien cocido cuidado con el vapor caliente que sale, les digo por experiencia, eso quema!

Paso 4. Lo sacan y lo dejan enfriar 15 minutitos. Y con muchisisisisiissmo cuidado lo voltean en un platón.

Paso 5. Lo meten al refrigerador para que se enfríe y ¡listo!

¿Está fácil, no?

No les aseguro que les quede como a mí, pero se los recomiendo. Si les queda bueno, se aceptan invitaciones para catar el flan. Y si hay dudas, por favor con la señora Navarro, ella es la que me enseñó, es mi maestra.