Nomás tantito

La gente es bien rara, de veras. Se engancha con cualquier cosa, a algunos les parece irresistible la cerveza, a otros el cigarro, a unos el ejercicio, la comida sana y así esas cosas.

Yo, que soy una persona normal, no puedo vivir sin chucherías. ¡Si! Ajá, chucherías, como usted lo oyó, básicamente las Sabritas con salsa Valentina. ¡Demonios! ya se me antojaron; comper, voy por unas.

¡Listo! les decía: la comida chatarra es lo mío, desde papitas hasta Pelones, Gansitos, pasteles, chocolates, Duvalines (mmmm), cupcakes, galletas, cualquier cosa con Miguelito o Chamoy, y muchas cosas más, la lista es infinita. No crean que no me da cargo de conciencia, sí me da pero no le hago caso.

Obviamente, como una hora después de comerme las deliciosas y suculentas chucherías me empieza a doler el estómago horrible pero me aguanto porque lo vale; puedo con eso y más. Me pasa como al que amanece crudo y dice: “Hoy es la última vez que tomo”, así digo yo cuando me retuerzo del dolor estomacal, o si me da el telele por andar tomando Coca-Cola: “Prometo, juro y perjuro que es la última vez”, pero nomás me pongo a ver una serie en Netflix, voy al cine o leo algo y me viene el antojo de nuevo.

A parte con eso de que ahora todo hace daño, si ya me voy a morir de una úlcera o un hoyo en el estómago, o lo que sea, porque deben saber que ahora hasta las palomitas hacen daño –cosa que no entiendo si son de maíz, tons la tortilla también es veneno ¡Ay, dios!–, y si el huevo y la leche me van a llevar a la tumba pues mejor que sea por unas Chips con limón y Valentina.

Así que como decía de niña: “Poco veneno no mata”.

Nomás tantito.