Gajes de la adolescencia

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Recuerdo claramente que hace uno año casi me volvía loca con el “no, no, no” de mi hijo, un “no, no, no” constante a todas mis sugerencias. De verdad pensé que sus negativas serían eternas y que mis opiniones valían un pepino, por suerte, resulta que sí me escuchaba, parecía que no le interesaba lo que yo sugería pero si, sí estaba poniendo atención.

Su rostro inexpresivo me hacia dudar de mis palabras. No sabía si seguir hablando o ya dejar mi verborrea por la paz. Creo que estaba más confundida yo que él.

Los últimos meses del año pasado fueron muy difíciles, no sólo con las actitudes y los silencios, sino en lo académico, por lo que mi esposo y yo decidimos unir fuerzas, trabajar más duro que nunca, junto a él y sin quitar el dedo del renglón.

Reaprendimos a hacer guías de estudio, planes de trabajo, técnicas de aprendizaje y hasta cómo hablarle para que se sintiera más motivado. Si, somos los nuevos Miguel Ángel Cornejo de 2015.

Lo veíamos con tantas ganas de lograr sus metas que no podíamos más que apoyarlo, sin embargo no ha sido fácil, no todos tenemos las mismas aptitudes y el cambio a la preparatoria ha sido, no sólo un reto para él, sino también para nosotros como padres. Lo mejor es que lo seguimos viendo con ese deseo de mejorar, vemos que está feliz donde está y tiene muy claro lo que busca para su futuro.

La escuela nos ha apoyado mucho y el trabajo en equipo hijo-padres-escuela ha empezado a rendir frutos. Esta semana casi lloro de la emoción y del orgullo de que las cosas mejoraron, logró las calificaciones que esperaba y quiere subirlas más.

Me siento tan llena de satisfacción, de alegría, por él, porque poco a poco aprende que puede lograr lo que se propone, porque el que lucha consigue, porque aprender no es fácil, no sólo en lo académico, también aprender a escuchar a los demás, aceptar sugerencias o regaños no es tarea sencilla.

Mi hijo ahora dice que me escucha, que toma mis consejos. Y cito sus palabras: “Mamá tomo absolutamente todas tus recomendaciones”.

Nunca podemos pensar que la esperanza muere, nunca debemos dejar de confiar en nosotros ni en nuestros hijos. Si nos mantenemos firmes en nuestras convicciones y nuestros objetivos definitivamente lograremos todo lo que anhelamos.

Estoy orgullosa, soy un pavoreal, tengo un hijo maravilloso y me creo mucho.

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