Pánico escénico

Pues no soy una persona penosa, la verdad no. Yo digo lo que pienso y siento, “la sin filtros” me pueden decir y más si me parece gracioso, pues lo suelto ¿y qué?. Hay veces que hasta peco de imprudente.

Soy muy amiguera y puedo hablar con cualquiera, me es fácil acercarme a la gente a platicar así de la nada, solo porque está parado junto a mi. Preguntar a cuánto está el tomate o qué piensan de la política mexicana –sí, me arriesgo a que no estemos de acuerdo- ¡Qué miedo!

Tampoco me da miedo hacer el ridículo, si estoy cansada y no hay donde sentarse pues me siento en el piso y listo, si ando en pijamas y tengo que llevar al hijo a la escuela pues lo llevo, así que no me importa para nada el famoso “qué dirán”.

Puedo hablar de lo que sea, sin tabúes, puedo hacer mis Periscopes sin ninguna pena (para saber que es el Periscope favor de leer a Olsi: aquí). De hecho, me divierte mucho periscopear –es el nuevo verbo que acabo de inventar- luego hasta adicta soy a esa cosa.

Pero, si me paran en un escenario, me congelo, me quedo muda y entro en pánico, sí así es, cuando he tenido que hacerlo, me ha costado mucho, empiezo a desvariar, a hablar del clima o a decir incoherencias, así de mal.

Y no entiendo porqué me pasa, porqué puedo hacer vídeos o estar frente a cualquier tipo de cámara solo que no sea escenario. Creo que el escenario me impone, o las multitudes me imponen, sabrá dios, o será que el público es un detonante de mis inseguridades.

Aunque Irene diga que no es cierto, si me cohíbo, ella dice que nomás es al principio y luego me voy como hilo de media, yo no creo, tiemblo señores, tiemblo. Habrá que practicar y enfrentar mis inseguridades a ver si cierto. O tal vez entrarle a una de esas terapias de hipnosis y.. .

.. ¡Saz! con eso se acabo mi pánico escénico.

Bueno, pues no sé, solo sé que me da harta pena, que por suerte no fui actriz y que si quiero decir algo lo digo por aquí, por el Periscope o por una de las mil redes en las que me desenvuelvo. Ustedes no pasen a preocuparse.