Iba a empezar a hablar de lo autosuficiente que soy, de cómo me independicé de mis padres y cómo formé mi familia, trabajo y mantengo algo en esta casa, no todo –entiéndase que sólo apoyo a mantene ciertas cosas del hogar- casi todo lo hace el buen Efra, yo aporto otras cosas.
La cosa es que luego pensé en cómo todos somos autosuficientes y caí en cuenta que realmente somos bien inútiles. Ups, ¿ lo dije o lo pensé? No se enojen, que ya les voy a explicar por qué.
A ver multiplíquenme 76 por 95. Ajá, todos corrieron a tomar el celular para sacar la cuenta. ¿Ven? Ni siquiera pueden multiplicar una cifra tan pequeña (para los que lo hicieron mentalmente mis respetos, aplausos y sepan que son genios y deberían estar ganando millones).
Hoy en día nos hemos vuelto los seres más codependientes de la tecnología que existen (obvio, somos los únicos que la usamos), bueno, todo esto surgió porque mientras corría con prisa a una cita que tenía, me di cuenta de dos cosas, uno, que no hubiera llegado a mi cita si mi calendario sincronizado con mis emails, mi teléfono y mi cabeza no me hubiese alertado que ya era hora de bañarme para acudir al lugar. Y dos, que antes de salir en friega de mi casa, tuve que teclear la dirección en mi Waze para saber como llegar al destino.
O sea, ¿cómo? En dónde quedaron los tiempos de memorizar caminos y citas. Antes llegaba con mi instinto y mi súper mapa mental de la ciudad. De hecho para todo usaba mi cerebro que, la verdad, me funciona bastante bien. Si tenía una cita, máximo anotaba en la libretita y checaba una noche antes qué compromisos tenía para el día siguiente.
También usábamos unas cosas que se llaman libros, bibliotecas, periódicos (estos no eran de mucho confiar, pero los usábamos), para investigar algo. Ahora tenemos cualquier problema y recurrimos al internet, o como yo le llamo “San Google” cualquier cosa que necesites, ahí encuentras la respuesta. «Se está quemando mi casa ¿qué hago? » Y si Google no te dice qué hacer, dejas que se queme. Si, así de mal está esta generación.
En un grupo de facebook de mamás primerizas (del cual no diré el nombre), las mamás piden ayuda sobre qué hacer con sus hijos, cualquier duda que tienen, corren y preguntan qué hacer para resolver su problema, literal, un día leí esto, y juro que no es mentira: “Mi hijo está morado de los pies y las manos, ¿qué hago?” Yo, la verdad me preocupé por el niño y no por lo morado de los pies, sino porque la mamá no pensó en llamar primero al pediatra, digo ¿quién necesita un pediatra si tenemos el facebook? ¿no? y eso que ya puedes whatsappear con tu doctor ¿así o más fácil?.
Y no me hagan hablar de los carros, ahora todos son eléctricos, sí es muy práctico porque cuando algo falla, se prende el foquito rojo que flashea incesantemente frente a tus ojos y te avisa que algo está mal. Antes, nomás empezaba a hacer ruidos o tronar y se apagaba, abrías el cofre, le echabas agua, y san se acabó. Pues ahora ya ni eso puedes hacer, es más, ya ni sabemos dónde se le echa el agua. Si le echo agua, seguro hace un corto circuito. Creo.
Entonces yo digo, que no somos nada autosuficientes, sí vivimos dependientes de todas estas cosas que nos resuelven la vida, la calculadora, el GPS, el Google, el internet, el whatsapp, la agenda electrónica, el email y la lista es interminable.
Aplausos a la tecnología y a los avances de nuestra época, pero acaso ¿para disfrutar de estas maravillas es necesario que nosotros dejemos de usar nuestro cerebro? Sí se puede. Yo ahorita empiezo por googlear dónde es que se le echa agua al radiador o ¿es el motor? o ¿es el ..? ¡Osh! Que difícil, me declaro no autosuficiente.
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