Cuando terminé la universidad y empecé a dedicarme a la fotografía, parecía no haber nada más maravilloso que ese trabajo -tengo 20 años en este hermoso oficio- y fue algo que yo elegí y algo que me apasiona. Sin embargo con el paso de tiempo me empezaron a cansar ciertas cosas de mi trabajo; las grillas, los chismes, los editores tiranos -¿lo dije o lo pensé?-, los horarios, etc.
Luego llegó a mí el trabajo más increíble que pueda existir; me convertí en mamá y no había cosa más bella que dedicarme a cuidar y orientar a mi pequeño. El problema era compaginar trabajo y maternidad, sin duda un conflicto, lata, problema. Como fotógrafa debía ir a eventos, conferencias o entrevistas en los horarios más complicados, perderme festivales o los primeros logros de mi pequeño, así que tuve que decidir dedicarme a ser freelance, entiéndase fotógrafa independiente «según» con horario más flexible, mentira, mentira, mentira.
Era casi peor porque temía que si decía que no a un trabajo ya no me volverían a llamar, tarde lo entendí, y mis días eran un correr a tomar fotos, recoger a niño de escuela, ir a más fotos, regresar a actividades del pequeño, otras fotos, otras cosas de mamá y así hasta el infinito -las noches ya ni les digo-.
Estaba en este ir y venir cuando las redes sociales aparecieron en escena, primero Blogger, le siguió Hi5 (sí, tuve esa cosa), luego twitter, Instagram, etc. La llegada de Instagram me abrió un nuevo panorama, tomar fotos como a mí se me diera mi regalada gana, de lo que quisiera, sin un editor que pidiera algo específico, eran fotos de mi vida cotidiana. Entonces ser fotógrafa y mamá tomó otro rumbo.
En un principio sacaba (para desagrado de muchos) fotos de mi hijo saltando, corriendo, haciendo caras, acostado, parado, jajajajaja de todas las maneras posibles, claro de una manera artística y creativa ¿hay de otra? -rían más- es sarcasmo no tengo tan alta el autoestima. Así con esas fotos mi cuenta de Instagram empezó a crecer y crecer, ahora cuento con 120 mil seguidores.
A la par de eso, inicie este blog con mis amigas, en un desayuno y de la manera más casual nos organizamos para hacerlo y escribir nuestras peripecias, solo por gusto, porque queríamos escribir, porque teníamos cosas que decir, por nuestra amistad. Ahí nació Diarios en Tacones.
Lo sorprendente fue que el crecimiento de ambas cosas; Instagram y bloguear se convirtió en mi trabajo. Ahora nos llaman «influencers» háganme el favor, aunado a mi trabajo número uno: ser mamá, puedo hacer solo cosas que me hacen feliz.
Y sobre eso es mi post, sobre hacer lo que amas, no esperar nada inmediatamente, no poner expectativas inalcanzables, no esperar nada de regreso, dejar fluir y poco a poco sin más las cosas llegan, avanzan y de pronto ya eres «influencer» tomando fotos con un celular y escribiendo sobre tu vida o lo que sea que se te apetezca.
Solo digo, paciencia, trabajo arduo, pasión y todo llega. Y bueno, yo amo mi trabajo.
Deja una respuesta