Hoy hablábamos de como es imposible tener la casa perfecta, los juguetes siempre en su lugar, la ropa lavada, los trastes limpios, siempre, siempre. Claro, me vas a decir que si se puede, y yo te responderé que tienes razón, si, si se puede.
Te levantas, bañas a tus hijos, les das de desayunar, pones al bebe en el corral, en su cuarto, le prestas el iPad y te pones a barrer, a lavar los platos, secarlos y guardarlos. A separar la ropa, a meterla a la lavadora o tal vez mejor a tender las camas, a levantar los juguetes tirados, no se, hay muchas cosas que hacer, nunca falta. Y tú día se va en eso.
Pero yo te digo, y si mejor haces poco, dejas “tantito” a un lado tus labores del hogar para más tarde, cargas a tu bebe, le cantas. Juegas con tu hijo, tiras más juguetes, haces torres de bloques, se abrazan, lo escuchas, ríen un rato. Si mejor limpias sus manitas, barres con el, acomodas la ropa (mal acomodada) pero con el.
Si te acuestas junto a tu bebe y descansas, duermes lo que no dormiste en la noche.
Si mejor pláticas con tu pareja, le cuentas de tu día, lo abrazas, porque lo necesitan, porque no deben olvidarse de ustedes mismos.
Y si mejor le lees un cuento a tu niño o inventas o desvarías o lo dejas que el haga historias contigo.
¿Suena mejor no?
Solo date el tiempo necesario para levantar ese tiradero que te rodea, solo lo necesario, porque si pierdes demasiado tiempo por tener todo en orden, el tiempo no regresará y habrás perdido esa oportunidad única de convivir con tus hijos.
Si, la casa perfecta no la tendrás, no estará ahí cada mañana, pero tendrás una hermosa familia, miles de recuerdos y una maravillosa relación con esos pequeños que mueren por siempre estar a tu lado.
Nadie te pide la perfección, solo tú.
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