Pues ¿qué creen? Nos fuimos Irene y yo de viaje a Mérida. Antes que nada pido un aplauso para Irene porque es la mejor compañera de viaje que existe, me aguanto mis locuras, mis horas y horas de tomar fotos y nos reímos como locas.
Los viajes con amigas siempre son extraordinarios, no solo porque tienes con quien compartir los momentos sino porque creas lazos especiales y únicos de por vida. Aparte puedes platicar por horas y horas sin descanso (ups). Este caso no fue diferente, desde que llegamos aprovechamos cada momento.
Tomamos el vuelo mañanero y llegamos al Hotel Presidente Intercontinental a las diez de la mañana. Ya en la habitación nos recibieron con unas copitas de champagne y fresas con chocolate (mueran de envidia). Descansamos tantito porque el plan que teníamos era conocer las haciendas en Mérida sin parar todo el día.
Cada hacienda en Yucatán cuenta una historia, historias de otra época, de opulencia y de la grandeza económica en la que vivía el estado el siglo pasado.
Primero visitamos la hacienda Sotuta de Peon. Tienen tours donde te explican el proceso de la fibra del henequen y hasta te dejan hacer una cuerda, luego te dan un paseo por el lugar hasta un cenote que se encuentra dentro de la hacienda y puedes entrar a bañarte un rato. ¡Al agua patos!
Terminamos agotadas porque el sol de Mérida es implacable. Nos fuimos al hotel para tener una cena en el restaurante Stephens ahí mismo. Y ahora si que nos pusimos a platicar lindo y tendido y hasta terminamos haciendo confesiones que luego les contaré, no pregunten.
En los siguientes días visitamos las haciendas Yaxcopoil (esta fue mi favorita, no saben que belleza de lugar, impresionante y esta a solo 45 min. de la ciudad), luego Temozón, y al final visitamos la Quinta Montes Molina, esta casa enorme construida en 1902 me puso muy nostálgica.
Me recordó a mis abuelos, a otra época, a cuando éramos niños y jugabamos en los patios de las casas, salíamos a la calle y regresábamos a una casa con olor a sazón de la abuela y toque un familiar.
Todas las mañanas Irene y yo nos levantábamos al gym un rato, desayunábamos delicioso en el restaurante Stephens (tienen un buffet delicioso) pero sobre todo no nos cansábamos de probar las famosas bolitas de queso, ahí hacen las mejores. ¡Las tienen que probar!
Estando en Mérida también aprovechamos para conocer el centro de la ciudad, visitar su catedral, el palacio Municipal y alrededores. Luego dimos una vuelta por el paseo Montejo, cominos en la famosa Chaya Maya y más tarde fuimos a escuchar Las Vaquerías, baile típico de Yucatán.
Una de las cosas que más nos gusto del Hotel fue la clase de coctelería con el maestro Gaspar Herrera, aprendimos a hacer la Margarita Pibil (especialidad de la casa) y el chef Jorge García nos enseño a hacer el famoso Dzikilpak que nos quedo delicioso.
Sin duda un viaje espectacular, un viaje con mi amiga, un viaje para crecer juntas, para conocer y recordar para siempre.
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