Pájaros en el alambre

Imagina decenas de pájaros persiguiéndote, pío-pío-pío, pío-pío-pío, picándote con sus picos afilados, acosándote, acorralándote. No, no es real, tranquilos. Es la histeria colectiva de la película “The Birds”, de Alfred Hitchcock.

Justo este año esta película cumple 50 años. Y Alfred Hitchcock esta por todos lados, su película biográfica, documentales de su vida, y… mi viaje de trabajo (esto lo mejor de todo). Si, hace unas semanas fui a Bodega Bay, lugar donde se filmó “The Birds”, fue una hermosa sorpresa toparme con un pueblo muy pintoresco, nublado, lluvioso y tranquilo. Tal como en la película, sólo que sin los pájaros atacando como locos.

Ayer volví a ver la película. En un principio es una linda historia de amor: la hija mimada y el abogado exitoso pueblerino se conocen, cruzan miradas, sarcasmo y shalalala, ya sabemos a dónde va la historia. Lo terrorífico empieza cuando poco a poco los pájaros empiezan a atacar sin razón. En ese momento te preguntas todo: ¿Y ora, qué les pasa? ¿Por qué? ¿Qué quieren? ¿Piensan?

Nunca queda claro por qué atacan, pero parece que tienen una venganza que cumplir.

Se ven tan apacibles, tan tranquilos, tan inocentes y, a la vez, maléficos. Parece que no se irán, que son invencibles. Al verla nuevamente, me sentí atrapada en ese pueblo, con la desesperación de que, por favor, alguien se deshiciera de ellos.

Esa es la magia de Hitchcock, transmite tan sutilmente el horror, la angustia, la impotencia, que terminé abrumada y ansiosa. En esta película logra tan bien su cometido, que al final me dejó ese sabor de boca amargo: sabes que algo más va a pasar, que esto no ha terminado. Y lo cierra con broche de oro. En la última escena, los pájaros siguen ahí, hay que huir silenciosamente, que nadie mueva un dedo, no respiren, que no noten tu miedo. Qué mejor final, que dejarte con la duda.

Me voy, con la duda y mi nuevo temor a los pájaros, a jugar Angry Birds.

De Bodega Bay, me traje este recuerdo:
¡sus pájaros en el alambre!