Perdón-perdón-perdón

Dicen que decir lo siento es muy difícil. Para mí no.

Hay tantas cosas por las que puedo pedir una disculpa, creo que todos los días lo hago por algo diferente. Parece una virtud pero no, no está bien. Pido perdón si digo algo fuera de lugar, si me tropiezo con alguien sin querer, si no contesto rápido el whatsapp. Digo que está mal porque son simples errores del día a día, sin intensión de molestar o de lastimar a nadie. Imagínense cómo me pongo con las situaciones importantes.

Efraín dice que no debo de andar por la vida pidiendo perdón por todo. En especial, cuando me siento culpable por cosas más relevantes como las que tienen que ver con mis hijos, cuando los regaño o siento que no hago suficiente, aunque diario doy mi todo, al final término con culpas. ¿Por qué me pasa esto? No lo sé. Debería ir a terapia a que me lo expliquen. Puedo imaginar el diagnóstico: vieja loca y aprehensiva #ayquétiene

Recuerdo que una vez en secundaria una amiga me dijo una sarta de ofensas, lloré y lloré (también soy llorona), y a los dos días fui a pedirle disculpas porque no quería perder su amistad. Tardé mucho en darme cuenta de que lo que había hecho estaba mal y que ella debió de acercarse a mí. En ese entonces era ingenua y adolescente…insegura, temerosa. Me justifiqué y continué con la amistad.

Luego pasaron los años y otro amigo dejó de hablarme (nunca me dijo por qué). Yo, devastada por la pérdida, lo busqué muchísimas veces y acepté sus groserías por el cariño que le tenía; mis amigas me decían que lo dejara ir. Tardé como cinco años en superarlo y dejar que quedara en el pasado.

La historia se repitió con una amiga, sin saber por qué dejó de hablarme y estuve a punto de ir a buscarla y pedirle perdón por lo que fuera que le hubiera hecho. Pero me di cuenta, a tiempo, de que el problema no era mío, no había sido mi decisión sino la de ella. Ni hablar. Me aguanté por primera vez y dije adiós.

Sí, tengo defectos y me equivoco, pero ahora trato de aprender de ellos, lo único que puedo intentar es hacer las cosas lo mejor que puedo. Equivocarme, enmendar, tropezar, levantarme de nuevo y continuar, pero no lamentarme por cada cosas, ni ponerme como tapete ante todos.

Sé que no es fácil, pero sólo me queda hacer el esfuerzo. Valorarme, quererme y que el mundo ruede.

¡Ah! y dejar de decir perdón por no contestar el Whatsapp a tiempo.