Me encantan los pueblos mágicos de México, pero sin duda uno de mis favoritos es Real de Catorce, un pueblo que se conserva mágico como los nombran, sin tanto turismo, sin tanto comercio y donde aún se siente la esencia del lugar.
La arquitectura de este pueblo es a base de piedras, bueno, lo que queda de sus viejas casas y caminos. Calles angostas y paredes derruidas. La historia cuenta que antes fue un gran pueblo minero, pero poco a poco sus habitantes fueron abandonado el lugar, esto es lo me enamoró inmediatamente, esta sensación de soledad y abandono, envuelta en un ambiente místico y mágico.


También te hacen recorridos al Cerro Quemado, (de Wirikuta), el sitio sagrado de los huicholes. Puedes hacerlo en cabalgata pero también te llevan en los famosos Willys, jeeps antiguos donde te dejan treparte al techo para disfrutar el viaje. Estando trepado puedes aprovechar y pedir que te lleven a visitar el desierto (que es maravilloso), el Socavón de Purísima, Los Catorce o Estación Catorce, entro muchos otros lugares que ellos te pueden recomendar, sólo pregunta.

Lo mejor de este viaje sin duda fue la sensación fantasmal del lugar (no lo visiten en fin de semana que es una locura), los paisajes del desierto y desconectarte del mundo digital, hay pocos lugares donde encuentras wifi, así que la oportunidad de descansar de las redes fue lo mejor de esta experiencia, aunque en momentos entre en pánico y busqué como conectarme al mundo exterior.


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